La inexperiencia de la experiencia
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El único defecto de la mujer
El ángel se acercó más y tocó a la mujer y dice: "Pero la has hecho tan suave, Señor es suave", ante eso Dios dice, "pero la he hecho también fuerte. No tienes idea de lo que puede aguantar o lograr". "¿Será capaz de pensar?" preguntó el ángel. Dios contestó: "No solamente será capaz de pensar sino que razonar y de negociar" El ángel entonces notó algo y alargando la mano tocó la mejilla de la mujer... "Señor, parece que este modelo tiene una fuga..." "Eso no es ninguna fuga... es una lágrima" lo corrigió el Señor. "¿Para qué es la lágrima?" preguntó el ángel. Y Dios dijo: "Las lágrimas son su manera de expresar su dicha, su pena, su desengaño, su amor, su soledad, su sufrimiento, y su orgullo." "Eres un genio, Señor, pensaste en todo. La mujer es verdaderamente maravillosa" Lo es! La mujer tiene fuerzas que maravillan a los hombres. Aguantan dificultades, llevan grandes cargas, pero tienen felicidad, amor y dicha. Sonríen cuando quieren gritar. Cantan cuando quieren llorar. Lloran cuando están felices y ríen cuando están nerviosas. Luchan por lo que creen. Se enfrentan a la injusticia. No aceptan "no" por respuesta cuando ellas creen que hay una solución mejor. Aman incondicionalmente. Lloran cuando sus hijos triunfan y se alegra cuando sus amistades consiguen premios. Su corazón se rompe cuando muere una amiga. Sufren con la pérdida de un ser querido, sin embargo son fuertes. Saben que un beso y un abrazo pueden ayudar a curar un corazón roto. La mujer viene en todos tamaños y en todos colores. Van a manejar, volar, caminar, correr o mandarte un mensaje electrónico para mostrarte cuanto le importas. El corazón de las mujeres es lo que mantiene moviéndose al mundo. Sin embargo, hay un defecto en la mujer: Es que se le olvida cuánto vale.
Trata siempre de decirles esto a tus amigas para recordarles lo maravillosas que son... Díselos también a los hombres que conoces, porque a veces necesitan que se lo recordemos.

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¿Quién mató al amor?
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos mas perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con la curiosidad de saber cual era el propósito. Cuando todos estuvieron habló el odio, "los he reunido aquí porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho pues el odio siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaron entre sí quien sería tan difícil de matar que el odio los necesitaba a todos.
¡Quiero que maten al amor!, dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues mas de uno le traía ganas.
El primer voluntario fue el mal carácter, quien dijo: "yo iré, y les aseguro que el amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará". Al cabo de un año se reunieron otra vez, y al escuchar el reporte del mal carácter quedaron decepcionados. "lo siento, intente todo, pero cada vez que sembraba una discordia, el amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando, diligentemente se ofreció la ambición que haciendo alarde de su poder, dijo, " en vista de que el mal carácter fracasó iré yo. Desviaré la atención del amor hacia el deseo por la riqueza y el poder. Eso nunca lo ignorará.". Y empezó la ambición su ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero después de luchar y salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y salió triunfante.
Luego el odio, envió a los celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. el amor confundido lloró pero pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el odio siguió su lucha enviando a sus mas hirientes compañeros, enviando a la frialdad, egoísmo, cantaleta, indiferencia, pobreza, enfermedad y a muchos otros, pero todos fracasaron.
El odio convencido de que el amor era invencible le dijo a los demás: "nada se puede hacer, el amor ha soportado todo, llevamos años insistiendo y no lo logramos". De pronto de un rincón del salón, se levantó un sentimiento poco conocido; vestía todo de negro, y con un sombrero gigante, su aspecto era fúnebre como el de la muerte: "yo mataré al amor" , dijo con seguridad, todos se preguntaban quien era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno pudo conseguir.
Tan solo había pasado poco tiempo, y el odio volvió a convocarlos, a todos para anunciarles: "Por fin el amor ha muerto", todos estaban mas que felices, sorprendidos, el sentimiento del sombrero negro hablo: "ahí les entrego al amor totalmente muerto y destrozado", sin decir mas se marchó,
Espera dijo el odio, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quien eres? el sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: "soy la rutina"...

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Bienvenidos a mi mente
Y ante todo esto, ya no sé que mas decir, mañana será otro día, sé que me ocurrirán cosas nuevas, motivos para desnudar a la realidad, y entre besos, robarle lo que oculta, lo que a simple vista nadie puede ver y suavemente tocarlas por debajo, y aunque eso no sea suficiente, tocaré mas a fondo, hasta lo profundo, por donde mas le duela, y al final todos sentirán el placer, de saber lo que en realidad quieren saber, y si eso no alcanza, pues solo diré el secreto de la gente, ya que eso es la única manera de aburrirlos...
Lo último que podría decir, es: si tienes algo que decir, y no encuentras el momento preciso, entonces escribe, o mejor aún ¡lee humano!. O hasta por último, has aburrir a la gente, decirles que quieres que te escuchen, pero no aburras donde haya una reunión de buenos amigos.
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Arnold
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Orquídeas Marchitas
No importaba nada más. ¿Sabes? Ayer estuve pensando en todas las tardes que pasamos juntos, en los árboles donde grabaste mi nombre, pero de nada valió. La música que no quiero oír, las calles por donde no quiero andar, son cosas de todos los días. Una de estas tardes te llamaré. No deberías estar preocupado. Muchas veces he pensado en que las cosas siempre suceden por algo. Tal vez por eso es que hoy te escribo estas líneas. Desde tu oficina, con ese ventanal que da aquellos enormes jardines, sentirás que la vida es más bonita, solo y lejano. El brillo del sol a veces engaña.
Mientras tanto estoy aquí, sintiendo que te pierdo definitivamente, y que nada de lo que haga puede hacer que regreses. Creo que es lo mejor. No volvería contigo después de lo de ayer. No. Aún no comprendo cómo después de tantos años juntos, de haber vivido tantas cosas, pudiste haberme dejado de la manera en que lo hiciste, sin que nada te importara. Nada, excepto tu libertad y el haberte dado cuenta –según tú- de que lo nuestro no daba para más.
He llorado todos estos días sin que nadie se dé cuenta. Mis amigas creen que estoy resfriada, tengo los ojos hinchados y la nariz roja. Me veo fea, lo sé, pero eso no importa, en realidad me veo triste. Mi mamá me lo dijo esta mañana. Me preguntó si habíamos peleado y le conté que sí, que me dejaste porque estabas cansado de mí y mis tonterías, de que te celaba mucho, pero eso no es cierto, siempre hiciste lo que querías y yo te perdoné muchas cosas feas. Las veces que te fuiste sin decirme nada, las tardes que te esperé como una idiota sentada en el parque, mientras todas las parejas entraban al cine o caminaban despacito y tú, tú nunca llegabas. Mucho trabajo ¿no?, si pues, mucho trabajo. Ahora tienes todo el tiempo libre para trabajar, pero seguro que lo pasarás con tus amigos, lo sé porque ayer en la mañana me contaron que te vieron en el bar del centro bebiendo como un loco, gritando que celebrabas tu libertad. Nunca me quise drogar contigo ¿Es eso malo? ¿Acaso me dejaste de querer por eso? No me gustan esas cosas, pero jamás te pedí que no lo hicieras. Pensé que si no te decía nada dejarías de hacerlo por no hacerme sentir mal.
No soy una cucufata, lo sabes, siempre hemos hecho el amor como unos locos, y siempre te he deseado con la misma intensidad de la primera vez, cuando, burro tu, creíste que no dolía nada. Pero si dolió. Y no sé por qué te escribo esto. Tal vez sea un descargo de mi conciencia o de mis sentimientos. Un desahogo que me haga sentir mejor, que me permita gozar del sol como lo haces tú ahora, pero es difícil. Muy difícil. Te extraño muchísimo y estoy confundida. No sé si es la costumbre o el amor, pero cuando llega la tarde espero que aparezcas por esa maldita puerta y me abraces fuerte, y tomemos lonche. Pero ya no es posible. ¿Cuándo fue la última vez que viajaste? Ya recordé: hace dos meses. Mensajitos en el mail que no decían nada. ¿Cómo crees que me siento? Luego llegas, nos vemos cada semana menos y después desapareces. Ya no te quiero, dijiste. Ya no te quiero. Y yo, ¿qué hago con esto que tengo dentro? Se te pasará. ¿Fácil, no? Y los días vuelan, pero tu no das noticias. Ayer te llamé a la oficina en la mañana. Dijiste ¡Aló! ¡Aló!, varias veces. Te habrás dado cuenta que era yo, luego colgaste. Quise contarte muchas cosas, pero no me atreví. Me trataste tan mal la última vez que aún siento aquí dentro cómo se retuerce algo que sé ya no existe. No sé dónde quedó mi amor por ti, mis ganas de sentirte; no sé si odiarte o cómo olvidarte. Apareces en mis sueños como un fantasma que pasa riendo, burlándose de esta tonta sentada en una banca. Como la canción ¿recuerdas? Ya no quiero saber más de ti. Es más, ya ni siquiera deseo escribirte, pero estas líneas tienes que leerlas, serán las últimas, lo sé. Y sabes que no miento. No te buscaré más. Ayer mamá me vio tan desolada que no tuve más remedio que contarle. Tampoco quiere volverte a ver. Mi papá mucho menos. Ya no serás mi pareja de prom. iré sola, o tal vez no vaya (no te molestes). Ya no necesitarás gastar en la orquídea que vimos en la tienda. Ya no me importa. Me dolió mucho, sabes, como nunca antes. Un dolor distinto, más grave.
Las clases acabarán en dos semanas. Espero viajar donde mi abuela, allí no estuvimos nunca (menos mal, no soportaría aceptar que llenaste todos mis espacios). En verano las cosas se ven mejor, iré más seguido a la playa, tendré muchos amigos y nadaré bastante, hasta cansarme y dormir. Dormir mucho oyendo al mar. Nunca te gustó la playa. Eres alérgico al sol.
¿Por qué te quise tanto? Cuatro años. Cuatro años de mi vida los pasé contigo y me dejaste como a una perra. Creo que sí te odio. ¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso te enamoraste de alguna de tu oficina? ¿De tu secretaria? ¿De tu jefa? Ya no me importa. Inventaré tu respuesta. No será difícil. Mientras tanto caminaré más, hasta borrar tu último beso de mis labios, tu último calor. Desde ayer no soy la misma. Caminaré a dejarte esta carta en la recepción de tu trabajo. Y volveré a casa. Con mi dolor a cuestas. Y el vientre vacío.
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Arnold
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